A las 11:59 p. m. de este sábado 31 de mayo, el histórico terminal original del Aeropuerto Internacional Jorge Chávez cerrará sus puertas para siempre, marcando el fin de una era que comenzó hace casi seis décadas. Con su clausura, el Perú no solo despide una infraestructura emblemática, sino también un espacio profundamente arraigado en la memoria colectiva de varias generaciones.
Ubicado en el corazón del Callao, el viejo Jorge Chávez durante años se convirtió en el principal punto de partida y llegada para millones de peruanos. Por sus pasillos transitaron viajeros alegres por conocer el mundo, hijos que se despedían de sus padres, parejas que se reencontraban después de años, y familias que celebraban el regreso de un ser querido.
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Hoy, esos mismos pasillos viven sus últimos días de actividad. La escena es conmovedora: comerciantes desmontan sus puestos con la rapidez del deber, pero con el gesto sereno de quien sabe que está cerrando un capítulo importante. Algunos guardan sus productos en cajas de cartón; otros observan por última vez el lugar que los vio crecer como emprendedores. El aire está impregnado de nostalgia, pero también de esperanza por lo que vendrá.
“Ha sido muy complicado este traslado, pero lo estamos haciendo rápido”, comenta un trabajador mientras envuelve con cuidado una máquina expendedora.
Las señaléticas, mostradores, sillas de espera y otros elementos se guardan con gran nostalgia. Todo se alista para el gran traslado al nuevo terminal, más moderno y amplio, que recibirá oficialmente todas las operaciones a partir del 1 de junio.
El histórico terminal aéreo que vivió con el Perú
Desde su inauguración en la década de 1960, el Jorge Chávez no solo cumplió un rol funcional como centro de operaciones aéreas, sino que fue testigo de momentos históricos, sociales y emocionales del país. Fue el punto de partida para quienes emigraban en busca de un futuro mejor, y el lugar de regreso para aquellos que volvían con nuevas historias.
Los peruanos no recuerdan solo vuelos o destinos, sino también vivencias que marcaron el antiguo aeropuerto: los almuerzos en sus restaurantes antes de un viaje, los aplausos espontáneos al ver regresar a un familiar o amigo, las lágrimas en cada despedida. Todo ello ocurrió aquí, bajo los techos del viejo Jorge Chávez.
El fin de una etapa, el inicio de otra
Con la llegada del nuevo terminal —más moderno, eficiente y preparado para atender el crecimiento del tráfico aéreo— se abre un nuevo capítulo en la historia de la aviación nacional. Pero cerrar el antiguo Jorge Chávez no es solo apagar luces y clausurar puertas. Es despedirse de una estructura que, pese a sus limitaciones en los últimos años, logró acompañar al país en sus momentos más íntimos y colectivos.
A medida que se aproxima la hora final, crece la emoción entre quienes vivieron parte de su vida aquí. Algunos visitantes se toman selfies frente a los letreros, otros recorren por última vez los pasillos con una mirada más lenta, más consciente. Incluso el personal de limpieza y seguridad, habituado a la rutina diaria, parece caminar con un aire más reflexivo.
Este sábado, cuando el reloj marque las 11:59 p. m., el último vuelo despegará y las luces se apagarán en el antiguo Jorge Chávez. Y aunque ya no será punto de partida para nuevos viajes, permanecerá como un destino ineludible en la memoria del país.
