Una historia marcada por el miedo, la violencia y la lucha por sobrevivir terminó de la peor manera. Geraldine Sánchez Núñez, una joven madre peruana de 33 años, fue hallada sin vida en un descampado de Maquerio, Italia, tras haber sido reportada como desaparecida el pasado 16 de julio. El principal sospechoso de su feminicidio es su expareja y agresor recurrente, Alexander Vilcherrez Quilla, quien viajó desde Perú para acosarla, pese a sus antecedentes por violencia familiar y denuncias desde el 2018.
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Geraldine había migrado a Europa hace poco más de un año junto a sus dos hijos, buscando poner fin a una relación violenta y empezar una nueva vida. Vendió su terreno ubicado en la zona de Nueva Esperanza, en Lima, y se instaló en Italia, donde trabajaba cuidando adultos mayores por horas. En sus redes sociales, solía compartir momentos de alegría, intentaba reconstruir su vida lejos del miedo. Pero ese intento de libertad fue truncado por el mismo hombre del que había huido.
Presunto feminicida la siguió hasta Italia
Según su familia, Alexander nunca dejó de hostigarla. Hace dos meses llegó a Italia bajo el pretexto de “reconciliarse”, y aunque Geraldine obtuvo una orden de alejamiento contra él, esta venció el 16 de julio, el mismo día en que desapareció. Desde entonces, no respondió llamadas ni mensajes. Lo alarmante fue lo que ocurrió después: en su estado de WhatsApp apareció una foto de Alexander con la frase “Verdadero amor”. Minutos más tarde, uno de los hijos de Geraldine recibió una perturbadora llamada del agresor: “Estoy con tu mamá y he logrado lo que he querido”.
Horas después, el cuerpo de la joven fue hallado con signos de asfixia. La policía italiana investiga el caso como un feminicidio con presunto móvil de violencia de género. Vilcherrez, quien también tiene antecedentes por intento de abuso a una menor en Lima, está prófugo y es el principal sospechoso del crimen. Los medios italianos ya han hecho eco del caso, y la indignación ha cruzado continentes.
Familia clama justicia
Geraldine fue madre, hija y una luchadora incansable. Trabajó desde muy joven para apoyar a su familia, y pese a las agresiones, nunca dejó de pelear por un mejor futuro para sus hijos. Su entorno más cercano recuerda su calidez, su sonrisa, y el valor que tuvo al romper con el ciclo de violencia. Intentó cortar todo vínculo con su agresor, incluso llegó a firmar un acta de conciliación para los alimentos y visitas del menor, pero nunca recibió la protección efectiva del Estado, ni en el Perú ni en Italia.
Hoy, su familia en Lima clama justicia y exige apoyo del gobierno para repatriar sus restos. Han llenado las calles de su barrio con afiches que llevan su rostro y un mensaje claro: que su muerte no quede impune. “Mi hermana no merecía una muerte así”, repite entre lágrimas una de sus hermanas.
Mientras tanto, el nombre de Geraldine Sánchez Núñez se suma a la larga y dolorosa lista de mujeres que encontraron la muerte a manos de quienes prometieron quererlas. Un feminicidio que no solo expone la ineficiencia del sistema judicial y migratorio, sino que nos recuerda, una vez más, que ninguna distancia garantiza protección si no hay justicia real.
