José “Pepe” Mujica, el exmandatario uruguayo que pasó de la guerrilla a la presidencia con una coherencia pocas veces vista en la política, falleció este martes 12 de mayo a los 89 años. Su vida, marcada por la lucha, la cárcel, el poder y la humildad, lo convirtió en una figura admirada dentro y fuera de su país. Hasta el final, fue fiel a sus ideas y a su estilo: sencillo, directo, alejado de los privilegios del poder.
Mujica gobernó Uruguay entre 2010 y 2015, liderando un periodo de transformaciones sociales profundas. Durante su gestión se legalizó el aborto, se aprobó el matrimonio igualitario y se convirtió a Uruguay en el primer país del mundo en regular la producción y comercialización de marihuana con fines recreativos.
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Pero más allá de sus políticas, fue su forma de vivir la que cautivó al mundo: residía en una modesta chacra a las afueras de Montevideo, conducía un viejo Volkswagen Escarabajo y donaba gran parte de su salario presidencial a causas sociales. Ese estilo auténtico, coherente con su prédica anticonsumista, lo llevó a ser llamado “el presidente más pobre del mundo”, aunque él prefería decir que era “un hombre rico en tiempo”.

Una vida de novela
José Alberto Mujica Cordano nació el 20 de mayo de 1935 en Montevideo. Hijo de una familia de origen vasco e italiano, fue criado por su madre, a quien describía como una mujer de carácter fuerte. Tras la muerte temprana de su padre, ayudó en la economía familiar vendiendo flores en la calle.
Su vida dio un giro radical en los años 60, cuando dejó el conservador Partido Nacional y se sumó al Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros (MLN-T), una organización guerrillera inspirada en la revolución cubana. Participó en acciones armadas, fue herido de bala, perdió el bazo, se escondió en las alcantarillas y fue detenido varias veces.
En 1971 protagonizó una espectacular fuga junto a un centenar de presos del penal de Punta Carretas, hoy convertido en centro comercial. Capturado nuevamente en 1972, pasó 13 años preso durante la dictadura cívico-militar (1973-1985), en condiciones extremas: muchos de esos años los vivió en aislamiento y fue víctima de torturas físicas y psicológicas.
Con el regreso de la democracia, Mujica fue liberado gracias a una amnistía general. En 1995 logró una banca en la Cámara de Diputados como representante del Movimiento de Participación Popular (MPP), que fundó dentro del Frente Amplio. Más tarde fue senador y, en 2005, ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca en el primer gobierno de izquierda del país, encabezado por Tabaré Vázquez.
La presidencia: entre logros y desafíos
En 2009, Mujica ganó las elecciones y se convirtió en presidente. Fue un giro simbólico para Uruguay: quien décadas atrás había buscado el poder por las armas, lo alcanzaba ahora a través de las urnas, con amplio respaldo popular.
Su gobierno fue innovador en muchos frentes. Promovió la legalización del aborto, el matrimonio igualitario y la regulación estatal de la marihuana, medidas que posicionaron a Uruguay como un país pionero en derechos civiles. También defendió con firmeza causas ambientales y fue una voz crítica del consumo desmedido a nivel global.

Sin embargo, su gestión también enfrentó críticas. No logró avanzar en la prometida reforma educativa, se estancaron las inversiones en infraestructura y el país cerró su mandato con un déficit fiscal del 3,5% del PBI. La situación crítica de la petrolera estatal ANCAP también dejó un sabor amargo.
A pesar de ello, su figura no se vio opacada. Su estilo directo, su lenguaje coloquial y su mensaje filosófico lo mantuvieron como uno de los políticos más respetados del continente. En 2013 fue incluido entre las 100 personas más influyentes del mundo por las revistas Time y Foreign Policy.
El retiro y la despedida de José Mujica
Tras dejar la presidencia, Mujica fue reelecto al Senado. Pero en 2020, en plena pandemia, renunció a su banca debido al riesgo que el covid-19 representaba para su salud ya deteriorada. Continuó activo en la política, participando en debates, escribiendo y apoyando a figuras emergentes del Frente Amplio.

En mayo de 2024 anunció que padecía un cáncer de esófago. A comienzos de 2025, reveló que la enfermedad se había extendido al hígado. En un mensaje público, pidió tranquilidad y serenidad. “El guerrero tiene derecho a su descanso”, dijo con la lucidez que lo caracterizaba.
En sus últimos meses, hizo campaña para que su heredero político, Yamandú Orsi, fuese elegido presidente. Hasta el final, siguió creyendo en la política como herramienta de transformación.
Una figura irrepetible
Mujica fue una figura transversal, admirada por jóvenes y veteranos, por progresistas y hasta por algunos adversarios ideológicos. Inspiró libros, murales, historietas y películas. Incluso fue retratado en un documental dirigido por el cineasta serbio Emir Kusturica.
Estuvo casado desde 2005 con Lucía Topolansky, también exguerrillera, exsenadora y exvicepresidenta de la República. No tuvo hijos, algo que, según confesó, siempre lamentó.
En una de sus últimas entrevistas, expresó su deseo de ser enterrado en su chacra de Rincón del Cerro, junto a su inseparable perra Manuela, bajo el árbol que él mismo había plantado.
Pepe Mujica no solo fue un político: fue una conciencia moral, un ejemplo de coherencia y una voz incómoda que recordó al mundo que el poder no tiene sentido sin humildad, ni la libertad sin compromiso.



