El cónclave más largo de la historia no ocurrió en Roma, ni duró días ni semanas: se extendió por 18 meses, desde el 1 de marzo de 1271 hasta el 1 de septiembre de 1272. Fue tan desesperante que los cardenales terminaron encerrados bajo llave, con raciones de comida reducidas y sin techo, expuestos al sol y la lluvia. Literalmente.
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Este episodio sin precedentes tuvo lugar en la ciudad italiana de Viterbo, elegida para escapar de la violencia en Roma, entonces dividida por la guerra entre güelfos y gibelinos. La muerte del papa Clemente IV había dejado vacante el trono de Pedro, pero la falta de acuerdo entre los 20 cardenales hizo que el proceso de elección se estancara durante meses.
Desesperados, los ciudadanos de Viterbo tomaron cartas en el asunto. Encerraron a los cardenales, les restringieron la alimentación y, en una medida extrema, retiraron el techo del edificio para obligarlos a tomar una decisión. La presión, aunque polémica, surtió efecto: tras año y medio de deliberaciones y la muerte de tres cardenales en el proceso, fue elegido Tedaldo Visconti, un hombre que ni siquiera era cardenal, quien tomó el nombre de Gregorio X.
Este dramático episodio marcó un antes y un después. Inspiró la creación de normas más estrictas para los futuros cónclaves y dio origen al término cónclave, del latín cum clave, que significa “bajo llave”.
El cónclave más breve de la historia
El cónclave más breve del que se tiene constancia se celebró en la noche del 31 de octubre al 1 de noviembre de 1503: duró solo unas diez horas. Tras la muerte de Pío III, los cardenales se reunieron y en un tiempo récord nombraron a Julio II, nacido Giuliano della Rovere (1443-1513).
Un contraste con el presente
Más de siete siglos después, los cardenales se reúnen nuevamente, esta vez en la Capilla Sixtina, para elegir al sucesor del papa Francisco, quien falleció en abril de 2025. Aunque todo apunta a una elección breve —de dos o tres días, según varios purpurados—, la historia de Viterbo sirve como un recordatorio vívido de los extremos a los que puede llegar la Iglesia cuando la unidad se hace esperar.
“Es imposible volver atrás”, afirmó con convicción el cardenal Raphael Sako esta semana. Hoy, los muros del Vaticano resguardan deliberaciones marcadas por la fraternidad. Pero hace siglos, fueron los cielos abiertos los que apuraron la llegada del Espíritu Santo.
