En una escena cargada de emoción, el papa León XIV ofreció un conmovedor tributo al Perú y a la ciudad de Chiclayo durante un encuentro con una delegación peruana en el Vaticano. Las palabras del recién elegido pontífice no solo reafirmaron sus raíces espirituales, sino que elevaron ante los ojos del mundo el valor de la fe y la identidad peruana.
La audiencia, realizada poco después de la solemne ceremonia de entronización, reunió a compatriotas llegados desde distintas partes del mundo. Aunque breve, el encuentro se convirtió en un momento de profundo contenido afectivo y pastoral, que reflejó el fuerte vínculo del papa con el país donde desarrolló buena parte de su vida sacerdotal.
“Ustedes saben que el Perú está muy presente en mi vida y en mi corazón”, dijo León XIV, visiblemente emocionado. Sus palabras fueron acogidas con lágrimas y aplausos por los asistentes, quienes veían cómo la figura del nuevo pontífice elevaba el nombre del Perú en el corazón mismo de la Iglesia católica.
Desde el balcón de la Basílica de San Pedro, en su primer saludo al mundo, León XIV ya había enviado un mensaje especial a su “querida diócesis de Chiclayo”, gesto que se repitió con aún mayor fuerza en este encuentro privado. “Gracias al Perú por toda esta solidaridad y por acompañarme estos días con tantas manifestaciones de afecto”, añadió, destacando la fe, la comunión y el espíritu solidario del pueblo peruano como valores dignos de ser compartidos con el mundo.
Recuerdo de Francisco y el peso de la misión
Durante la audiencia, el papa también evocó la memoria de su predecesor, Francisco, con quien compartió momentos íntimos antes de su fallecimiento. “Cuando él salió del hospital, todos teníamos esperanza de que se mejore… pero en Domingo de Pascua, nos dimos cuenta de que estaba bastante mal”, confesó.
Asimismo, reconoció que jamás imaginó ocupar el cargo más alto dentro de la Iglesia, pero asumió la elección con humildad y entrega. “Nuestro Dios nos da sorpresas, y son grandes a veces… hay que saber aceptar la voluntad de Dios, aunque no nos sea fácil”, reflexionó ante la delegación peruana.
Una ovación que cruzó el océano
El punto más emotivo del encuentro llegó al final, cuando el papa cerró su discurso con una frase sencilla, pero poderosa: “¡Viva Chiclayo!”. La exclamación desató una ovación inmediata. No fue solo un homenaje a una ciudad norteña del Perú, sino una declaración simbólica que, desde la cúpula del Vaticano, puso en valor la historia, la fe y el alma de todo un país.
Con este gesto, León XIV no solo agradeció a quienes lo acompañaron en su camino, sino que elevó a Perú —y a Chiclayo en particular— como ejemplo de esperanza y fraternidad en el escenario global de la Iglesia.