No todos los días el barrio celebra a un Papa. Y el último jueves 8 de mayo, Chiclayo no contuvo la emoción. En la catedral de la ciudad, aplausos, oraciones y hasta lágrimas marcaron la jornada en la que cientos de fieles se reunieron para festejar la elección de quien hasta hace poco fue su guía espiritual: el cardenal Robert Prevost, ahora convertido en el papa León XIV.
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Su historia con el Perú no comenzó en Roma ni terminó cuando dejó la Diócesis. Se remonta a muchos años de cercanía, trabajo social y compromiso con los más necesitados. Y aunque nació en Estados Unidos, Chiclayo lo adoptó como suyo. Él también adoptó al Perú, país del que se nacionalizó en 2015 y al que sirvió desde el corazón.
“Sentimos una alegría inmensa. Es como si un hermano hubiera sido elegido Papa”, dice Jesús León Ángeles, coordinadora del grupo Milagro Eucarístico Perú 1649. Ella recuerda que conoció a Prevost a fondo en 2018, cuando prepararon la representación del milagro ocurrido en ciudad Eten para la visita del papa Francisco en Trujillo. “Él llevó personalmente los testimonios al Vaticano, pidió que Eten sea reconocida como ciudad eucarística. Y lo logró”, añade.
Un obispo cercano a su gente
Ese gesto fue solo uno de tantos. En Chiclayo, Prevost fue mucho más que un obispo. Durante la pandemia, encabezó la instalación de una planta de oxígeno, impulsó comedores populares, asistió a migrantes y gestionó un terreno de 11 hectáreas para levantar el que sería el primer santuario eucarístico del país.
A esto habría que sumarle su activa participación durante la emergencia desatada tras el paso del ciclón Yaku por el norte del país.
“Era muy humano. Lo veías caminando por Elías Aguirre como cualquier vecino, saludando, escuchando a todos. Siempre con una sonrisa”, relata León. Incluso cuando fue nombrado obispo auxiliar del Callao, seguía viajando por tierra a Chiclayo para no dejar a su comunidad.
Hoy, como papa León XIV, su elección es vista como una continuidad del mensaje de humildad y cercanía de Francisco. “Necesitamos esa bondad para enfrentar los tiempos difíciles que vivimos. Él lo sabe. Lo ha vivido aquí con nosotros”, dice León con la voz entrecortada.
Chiclayo no solo celebra a un Papa. Celebra a un hombre que caminó por sus calles, que cargó bidones de oxígeno cuando no había oxígeno, que escuchó a los olvidados y ahora tiene en sus manos el timón de una Iglesia que necesita más pastores como él.