En el kilómetro 980 de la carretera Panamericana Norte, donde cientos de familias fueron reubicadas tras el desborde del río Piura en 2017, los moradores de Nuevo Santa Rosa continúan enfrentando graves carencias. Sin acceso regular a agua potable, las madres organizadas deben cargar baldes desde sus hogares, dependiendo de una cisterna que llega apenas una vez al mes. Esta situación afecta directamente a los niños de la zona, quienes dependen de desayunos y almuerzos preparados en un comedor popular con insumos de Qali Warma, pero sin infraestructura adecuada.
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Felicita Elías Yovera, madre de familia, relata el día a día de las madres que preparan alimentos para 200 niños del colegio Nuevo Santa Rosa, quienes cursan el nivel primario. Sin agua potable disponible, estas mujeres deben cargar baldes desde sus casas y almacenarlos con anticipación para preparar desayuno y almuerzo para los pequeños.
“Solo recibimos una cisterna al mes, y eso no es suficiente. Nos toca cargar el agua nosotros mismos, cuatro o cinco baldes diarios. A veces en moto, a veces como se pueda. Es un trabajo duro, pero necesario para que los niños puedan comer”, cuenta Felicita, con la resignación que da el cansancio y la indiferencia.
De acuerdo a Elías Yovera, una ONG ofreció financiar la construcción de un pozo, pero el proyecto quedó estancado por falta de apoyo de las autoridades locales. “El alcalde nos dio la espalda, dijo que no éramos suficientes para hacer la obra. Pero ese dinero no salía de la municipalidad, era una donación de la ONG”, recuerda indignada.
Olvidados
A pesar de las adversidades, las madres de familia han organizado ollas comunes y otras iniciativas para sobrellevar la situación. Sin embargo, la falta de servicios básicos complica cada aspecto de la vida diaria.
Al drama de la falta de agua potable se suma a la ausencia de electricidad, saneamiento y vías de acceso. A pesar de las promesas de las autoridades, las familias sienten el abandono. “Cuando están en campaña, vienen a tocar las puertas hasta de madrugada, pero después nos olvidan”, señala Felicita Elías Yovera, una de las madres afectadas.
La población reclama acceso al agua, electricidad y saneamiento, derechos fundamentales que han sido ignorados. Mientras tanto, madres como Felicita continúan luchando para garantizar un mínimo de bienestar para sus hijos, en un lugar donde las necesidades básicas parecen un lujo.
Como se recuerda, el desastre del 2017, causado por el fenómeno de El Niño costero, dejó a más de 20,000 damnificados en la región y generó pérdidas millonarias.
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