En una pequeña ciudad al norte del Perú, una joven madre guarda una historia que parece salida de un libro: Mildred Camacho no solo fue bautizada por el hoy Papa León XIV, sino que lleva el nombre de su madre fallecida por sugerencia directa del pontífice. Años antes de ser elegido como sucesor de Pedro, Robert Prevost había forjado un lazo inquebrantable con una familia piurana que aún hoy lo recuerda con cariño y admiración.
La historia comenzó en 1985, cuando Robert Prevost —entonces un joven sacerdote agustino— llegó a Chulucanas para realizar misiones pastorales. Fue allí donde conoció a Héctor Camacho, un adolescente de apenas 16 años que, como tantos otros, se integró a un grupo de monaguillos que acompañaban al misionero en sus recorridos por Piura, Chiclayo, Trujillo y otros pueblos del norte peruano.
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“Mi papá se hizo muy amigo de él desde entonces”, relata Mildred Camacho, quien hoy tiene 29 años. “Prevost lo llevaba a misas en distintas partes, lo formó como monaguillo, y con los años su amistad solo se fortaleció”, contó a Reporteros 365.

Tiempo después, cuando Héctor se convirtió en padre por primera vez, no dudó en pedirle a su viejo amigo un favor muy especial: ser el padrino de bautizo de su hija. La respuesta fue inmediata y positiva. Pero, además, vino con una sugerencia inesperada.
Mildred lleva el nombre de la mamá del santo padre
“Mi papá me contó que aún no había decidido cómo llamarme. Entonces mi padrino le dijo: ‘Puedes ponerle el nombre de mi mamá. Mi madre se llamaba Mildred’. Para él fue un honor aceptar esa sugerencia”, cuenta emocionada.
Desde entonces, Mildred lleva el nombre de la madre del actual Papa. “Desde niña supe que mi nombre venía de ahí. En Chulucanas no es común llamarse Mildred, así que le preguntaba a mi mamá. Ella me contó la historia. Sabía que tenía una carga emocional muy fuerte, y siempre lo he recibido con amor”, señala.
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La ceremonia del bautizo se celebró en la Parroquia San José Obrero, en 1997, con la participación del padre Girone como oficiante y Gioconda Cabrejo Camacho como madrina. Un álbum de fotos, aún guardado con cuidado por la familia, conserva las imágenes de aquella celebración. En muchas de ellas aparece quien décadas después se convertiría en el papa León XIV.

Pero la relación no se limitó al sacramento del bautismo. Mildred recuerda que su padrino fue una presencia constante en su vida, incluso cuando sus labores eclesiásticas lo llevaron lejos. “Cuando trabajaba en el Vaticano con el Papa Juan Pablo II, me enviaba correos electrónicos con fotos de su trabajo allá. Siempre se mantenía en contacto”, rememora.
Último encuentro con el ahora papa León XIV
También había detalles afectivos que marcaron su infancia: “Nunca se olvidaba de enviarme propinas por mi cumpleaños. Cuando viajaba al Perú, le avisaba a mi papá para que nos encontráramos, aunque fuera solo unos minutos antes o después de la misa. Su agenda era muy apretada, pero siempre buscaba un espacio para saludarnos”.
Uno de esos encuentros quedó grabado con especial cariño en la memoria de Mildred. Fue el 10 de agosto del año pasado, durante las celebraciones por el aniversario de la Diócesis de Chulucanas. “Justamente era mi cumpleaños. Nos vimos desde que empezó la ceremonia. Al final, se acercó, me saludó, conoció a mis niñas y conversamos como por diez minutos. Fue muy especial”, dice con una sonrisa.
Mildred describe a su padrino como un hombre cercano, humilde y comprometido con su vocación. “Íbamos juntos a las cabinas de internet cuando él venía por aquí. Lo veía como alguien muy humano. Cuando escuché su nombre en el anuncio como Papa, me emocioné hasta las lágrimas. Sentí que se lo merecía”.
Una amistad que perdura en el tiempo
Su padre, Héctor Camacho, también mantiene el vínculo. La última vez que se comunicó con León XIV fue hace apenas unas semanas, vía WhatsApp. “Le escribí para felicitarlo por su elección. Su respuesta fue breve pero muy sentida: ‘Gracias y bendiciones’”, contó.
Para él, la elección del Papa León XIV es motivo de orgullo no solo personal, sino colectivo. “Es algo increíble. Siento mucha emoción, mucha alegría. Para nosotros, para todos los chulucanenses, el Papa es un amigo. Y siempre lo será. Yo pedía un milagro y se cumplió y al momento de ver la noticia no podía creerlo. Se lo merece”.
Mientras el mundo observa con atención el pontificado del nuevo líder de la Iglesia católica, en Chulucanas, una familia atesora con humildad una historia íntima, sencilla y profundamente humana. Una historia de fe, amistad y destino que comenzó hace 40 años, cuando un joven misionero tocó la puerta de un pueblo olvidado y sembró allí una relación que llegaría hasta el mismísimo Vaticano.
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